Fuera de Cámara Nacionales - 

En nuestras manos

La tristeza y el miedo ocasionado por los atentados terroristas de París dieron paso el fin de semana a la esperanza y la alegría. Finalmente, después de años de espera, de sabotajes, decepciones, negociaciones si fin y probablemente muchas concesiones, los gobiernos del mundo firmaron un acuerdo que tiene un especial mérito: el reconocimiento global de que la especie humana está en peligro y que algo hay que hacer al respecto.

Mucha agua ha corrido bajo el puente desde que en 1979 se celebrara en Ginebra la Primera Conferencia Mundial sobre el clima, en la que se calificó el cambio climático como una amenaza real para el planeta.

Ahora, después de variados intentos y acciones -la creación del Panel de Expertos en 1988, la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992, el Protocolo de Kyoto en 1997, o Copenhagen 2009, entre otros - el cambio climático es definido en París sin eufemismos como "una amenaza urgente y potencialmente irreversible” para la humanidad y el planeta,

Hay motivos para celebrar; no hay duda. Sin embargo se impone celebrar con cautela, porque el camino para hacer efectivo los compromisos adquiridos se vislumbra cuesta arriba. Los intereses económicos y la infinita soberbia humana seguramente están reorganizando sus ejércitos.

Los compromisos de Panamá no están en el área de reducción de emisiones de CO2, sino en algo que debería ser más fácil pero no lo es: la protección de nuestros bosques tropicales, nuestros manglares, nuestra biodiversidad. Incluso, Panamá logró incluir en el acuerdo, junto al grupo de países que forman la Alianza de Países con Bosques Tropicales, la calificación de los bosques tropicales como sumideros de gases de efecto invernadero.

Es decir, nuestra contribución a esta lucha mundial por salvar nuestra casa común y a la humanidad toda, es mantener, restaurar y proteger nuestros bosques, nuestra biodiversidad; difícil tarea en este reino del "todo vale", del "a mi que me importa" o del "esto no es conmigo".

Allí tenemos Darién. A pesar de todas las charreteras y demás parafernalia militaroide de Frank Ábrego y sus muchachos del Servicio Nacional de Fronteras, los traficantes de madera parecen estar desarrollando su negocio ilícito sin mayores problemas en la provincia que es el reino de don Frank.

¿Y qué decir de las maravillosas zonas boscosas cercanas a las ciudades de Panamá y Colón que fueron protegidos por las cercas de la antigua Zona del Canal? Una nefasta combinación de ignorancia, codicia, mal gusto y corrupción, ha ido acabando con ellos.

Ese acuerdo implica incluso que nuestros promotores inmobiliarios, constructores y arquitectos hagan uno, o varios, actos de contrición. Y es que lo que le han hecho a esta ciudad en las últimas décadas no tiene perdón de Dios y eso debe ser enmendado.

La lista es larga y la tarea ciudadana enorme, porque si bien el acuerdo de París sobre el cambio climático establece obligaciones a los Estados, probablemente nada pase a menos que una ciudadanía alerta y participativa lo demande.

En realidad, en nuestras manos está el acuerdo de París y el futuro de la especie.