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Algunos refugiados se preguntan cuándo volverán a casa, tras el paso de Irma

Pasado el huracán Irma, para algunos de los que se refugiaron en la secundaria Ronald Reagan, en Doral, ciudad aledaña a Miami, la espera aún no ha terminado, ya que sus casas se hallan inundadas o todavía no tienen permiso de las autoridades estadounidenses para llegar a ellas.

"Yo vivo en Miami Beach y no puedo ir allá todavía, ni siquiera hay ubers", dijo a Efe el ecuatoriano Sixto Jurado, quien junto a su esposa, María Pérez, espera paciente en medio del gimnasio de esta secundaria que entre el viernes y el domingo cobijó a más de 1.000 personas, en su mayoría vecinos del área.

Jurado, como el venezolano Leicy Sivira, también vecino de Miami Beach, no puede volver a su hogar por una orden del Gobierno de esa ciudad costera, que ha prohibido a residentes y turistas el acceso hasta este martes, a fin de que las cuadrillas de trabajadores recojan los escombros, ramas y cables del alumbrado eléctrico.

"Ya un vecino me ha dicho que solo han caído ramas y no hay ventanas rotas en mi casa", señaló con cierto alivio el venezolano, al lado de su esposa e hija, en un desolado gimnasio donde a primera hora de hoy se inició la apurada salida de personas y familias enteras.

Entre quienes aun dormirán hoy al interior de este colegio hecho de cemento armado y cuyo gimnasio está coronado por una estructura de acero hay también turistas, como la italiana Francesca Magliolo, quien debió cambiar su hotel en South Beach por esta suerte de campamento militar en el que se transformó el colegio.

La italiana, que estaba de vacaciones por EE.UU. cuando se anunció "la visita" de Irma, solo espera poder tomar el miércoles su vuelo a Milán, aunque, como muchos otros, solo tiene palabras de agradecimiento a los directivos del plantel y a la decena de miembros de la Guardia Nacional que custodiaron el lugar.

"Muchas gracias por su comprensión, de verdad ha sido un gusto poder compartir con ustedes", señaló el domingo a los albergados, micrófono en mano, el teniente a cargo del destacamento militar apostado en esta secundaria.

En unas declaraciones a Efe Taboada señaló que no se reportó ningún incidente y el comportamiento general fue bueno.

Días antes de la llegada de Irma, el gobernador estatal, Rick Scott, dispuso un total de 7.000 efectivos de la Guardia Nacional para asistir a la población.

Desde primera hora del viernes, cuando los pronósticos colocaban a Miami-Dade y el sureste de Florida dentro de la zona de catástrofe esta escuela empezó a recibir a cientos de personas, en su mayoría vecinos de Doral, una ciudad configurada mayormente por condominios de casas, algunas de material prefabricado.

"Uno ve techos volando y prefiere estar aquí", señaló a Efe el venezolano José Díaz, en alusión al temor que llevó a muchos de los residentes de esta ciudad, con una numerosa comunidad de venezolanos y colombianos, a dejar sus hogares y buscar refugio.

El venezolano, que trabaja como pintor de casas, manifestó que las viviendas construidas tras el paso por Miami del huracán Andrew (1992) como en la que él vive tienen paredes de cemento y cumplen con las normativas de seguridad en caso de ciclones.

Pero él de los techos igual no se fía, en especial por la magnitud y dimensión de Irma, que llegó a tener categoría 5.

El domingo, cuando ya Irma alcanzaba los Cayos de Florida con categoría 4, una tensa calma reinaba en esta secundaria.

La cafetería y los pasillos cobijaban a un amplio muestrario de padres de familia, mujeres embarazadas, bebés, niños de toda edad, arropados con mantas y en medio de maletas, pertenencias y comida.

Como lo hizo desde el viernes, Víctor Escalona, de la iglesia cristiana El Rey Jesús, iniciaba el día con una oración junto a una decena de creyentes en un rincón del gimnasio.

Escalona está convencido de que "el poder de la oración" fue la razón de que Irma finalmente girase hacia el oeste y alejara el peligro mayor del área metropolitana de Miami.

Cuando en la mañana el ojo del huracán empezaba su trayecto por la Florida continental y dejaba sentir sus vientos, los soldados de la Guardia Nacional, rifles al hombro, tranquilizaban a los pocos refugiados nerviosos por el paso del huracán.

Otros observaban a través de las ventanas de la cafetería si el árbol del jardín aguantaba el embate de los vientos que empezaban a sentirse como consecuencia de Irma, que a su paso por las Antillas Menores y Cuba ha dejado unos 40 muertos.

Por la noche constataron aliviados que el árbol, aunque maltrecho y con ramas arrancadas, se mantuvo en pie, tras la trayectoria de Irma rumbo al norte.

FUENTE: EFE

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