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Trump con viento a favor en gestión de paz en Medio Oriente

Por distintas razones, tanto israelíes como actores claves del mundo árabe parecen ansiosos por complacer a Donald Trump y el presidente estadounidense encararía una coyuntura relativamente favorable para buscar un acuerdo de paz en el Medio Oriente. Para conseguirlo, no obstante, deberá buscar soluciones creativas.

El yerno de Trump Jared Kushner estuvo en la región esta semana para tantear el panorama. Según un funcionario palestino que participó en las reuniones, les pidió a ambos bandos que hagan propuestas que él le pueda presentar a su suegro.

Pareciera repetirse una fórmula que ensayaron sin éxito Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama, que contemplaba un retiro israelí casi total de los territorios capturados en la guerra de 1967 y compartir Jerusalén.

Los palestinos dicen que están cediendo tres cuartas partes del territorio que les corresponde, en tanto que los israelíes consideran que su pequeño país se encoje más todavía en una región donde abundan los yihadistas y no están contentos con la división de Jerusalén entre países que necesitarán una frontera.

Para complicar las cosas, actualmente hay 600.000 israelíes que viven en el sector oriental de Jerusalén y en Cisjordania. Varias propuestas contemplan intercambios de tierras para incorporar a territorio israelí algunos asentamientos recientes, pero de todos modos mucha gente tendrá que abandonar su vivienda, lo que podría conllevar brotes de violencia.

También hay que tomar en cuenta las demandas de los palestinos relacionadas con los refugiados y sus descendientes, millones de personas que tienen, al menos en teoría, derecho a volver a Israel, algo que la mayoría de los israelíes considera inaceptable. El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ha dicho que quiere que los palestinos reconozcan a Israel como un “estado judío” a pesar de que una quinta parte de sus ciudadanos son árabes y se identifican como palestinos.

Gobiernos mucho más moderados que el actual hicieron concesiones que estimaron muy generosas, pero que no fueron aceptadas por los palestinos. Y pocos esperan que Netanyahu se acerque siquiera a esas concesiones.

Una posibilidad es que se logre un acuerdo parcial, que postergue la resolución de muchas cuestiones de fondo, como la división o no de Jerusalén y el tema de los refugiados.

El electorado israelí quiere progresos y se ha generado cierta expectativa de que Netanyahu y sus partidarios de derecha podrían aceptar una retirada parcial. Los palestinos han rechazado esa posibilidad en el pasado, temerosos de que Israel se deshaga de su población palestina y después no vuelva a la mesa de negociaciones en busca de un acuerdo definitivo.

Los árabes suníes, que Trump tanto ha cortejado, podrían desempeñar un papel clave.

A Israel le encanta la idea de una normalización de relaciones con los suníes, una embajada en Riad, relaciones comerciales con los Emiratos, cooperación en el tema de seguridad en el Golfo. Pero los empobrecidos palestinos tendrían más que ganar todavía: asistencia e inversiones en su naciente estado y una mejoría de las condiciones de todos los palestinos.

Trump podría tener peso suficiente como para sacar un acuerdo adelante. Tiene buenas relaciones con varios sectores del mundo árabe a pesar de su retórica antimusulmana.

Su familia se jugó por Arabia Saudita en su batalla con Irán por la hegemonía regional, en contraste con lo que hizo su predecesor Barack Obama, que trató de neutralizar el programa nuclear iraní mediante la diplomacia y, a pesar de haber conseguido un acuerdo multilateral con ese fin, es visto en la región como un conciliador.

A diferencia de Obama, también, Trump no la emprende contra los regímenes autoritarios por la situación de los derechos humanos, lo que elimina muchos obstáculos.

Entre los suníes hay mucho interés en revolver el centenario conflicto entre israelíes y palestinos, para poder enfocarse en pacificar la región y en contener a Irán.

Y en esto los nacionalistas israelíes están de acuerdo. Ya no tienen que lidiar con las denuncias de Estados Unidos en torno a la situación de los palestinos. En su lugar, hay exhortaciones a negociar en serio, algo que los israelíes creen nunca hicieron los palestinos, a los que acusan de no haber cedido nunca un ápice en sus principales demandas.

A muchos israelíes Obama nunca terminó de convencerlos y prefieren un líder estadounidense que critica a las Naciones Unidas por lo que consideran su obsesión con los palestinos a expensas de otros pueblos oprimidos del planeta.

Mientras que en Israel se siente mucha simpatía hacia Trump, de Jerusalén a Ramala y Riad predomina la sensación de que el presidente estadounidense es un individuo volátil e impulsivo, que hay que tratar con cuidado. En términos generales, sin embargo, la coyuntura parece favorable para una ofensiva diplomática estadounidense.

FUENTE: AP