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Abundan abusos sexuales en madrasas de Pakistán

Kausar Parveen trata de contener las lágrimas al recordar los pantalones ensangrentados de su hijo de nueve años, que fue violado por un clérigo.

El pequeño juega con su bufanda y mira a su madre.

“¿Te toqueteó?”, pregunta, y el muchacho asiente. “¿Te hizo doler donde te toqueteó?”. “Sí”, responde el niño.

“¿Te violó?”. El pequeño se cubre el rostro con la bufanda y responde que sí.

Los abusos sexuales son un problema de vieja data en las madrasas de Pakistán, según comprobó una investigación de la Associated Press. Pero en una cultura donde los clérigos son muy poderosos, rara vez se habla del tema o se admite en público que existe esa situación.

Es muy infrecuente que estos casos lleguen a juicio, de acuerdo con la investigación, basada en documentos policiales y decenas de entrevistas a víctimas, familiares, funcionarios y organizaciones de ayuda. La policía generalmente es comprada y no acusa a los clérigos, según las familias de las víctimas. Y los casos casi nunca llegan a los juzgados porque el sistema legal de Pakistán permite que las familias de las víctimas “perdonen” al infractor a cambio de lo que se conoce como “dinero ensangrentado”.

La AP encontró 359 informes periodísticos de casos de abusos sexuales por parte de mulás, o clérigos, y de otros funcionarios religiosos. Eso “es apenas la punta del iceberg”, afirmó Munizae Bano, director ejecutivo de Sahil, la organización que revisa los diarios.

En el 2004, un funcionario pakistaní reveló que había más de 500 denuncias de agresiones sexuales de menores en madrasas. Pero de allí en más no volvió a hablar del tema.

Dos funcionarios al tanto de lo que sucede en las madrasas dijeron que allí hay abusos sexuales todo el tiempo. Pidieron permanecer anónimos por temor a represalias. Uno comparó la situación con los abusos de menores por parte de curas de la Iglesia Católica.

“Hay miles de incidentes de abusos sexuales en las madrasas”, aseguró. “Es algo muy común. No sé qué debe pasar para que salga a la luz el alcance de todo esto. Es muy peligroso siquiera intentarlo”.

El ministro de asuntos religiosos Sardar Muhammad Yousaf niega que haya abusos sexuales generalizados y sostiene que hay una campaña para hacer quedar mal a la religión, los seminarios y los clérigos. Dice que puede haber casos aislados, “porque en todos lados hay delincuentes”.

El ministerio del interior, que está a cargo de las madrasas, se negó a responder numerosos pedidos escritos y telefónicos de entrevistas.

En Pakistán hay más de 22.000 madrasas, o escuelas islámicas, registradas, con al menos 2.000.000 de estudiantes, provenientes casi siempre de los sectores más pobres de la población y quienes reciben comida y educación gratis. Hay miles de madrasas más que no están registradas y a las que no supervisa nadie, como la del hijo de Parveen. A diferencia de lo que ocurre en la Iglesia Católica, que tiene una jerarquía clara, no hay una autoridad religiosa central que gobierne las madrasas.

Cuando un mulá compra el silencio de la policía, las autoridades ni siquiera preparan informes constatando la denuncia, según familias de las víctimas, que suelen ser pobres y no tener recursos.

“Nos presionan para que transemos”, dijo un hombre de Punjab que se identificó solo como Maqsood. Su hermano menor dijo que fue violado en una madrasa por un clérigo que amenazó con matar a su familia si decía algo. La AP no identifica a los menores que son víctimas de abusos sexuales.

La máxima autoridad policial en el distrito de Multan, el subinspector general Sultan Azam Temuri, niega que haya presiones de los clérigos o de los políticos para que no intervengan en estos casos. Asegura que si hay una denuncia, se investiga.

Las víctimas y sus familias pueden elegir “perdonar” al agresor porque el sistema legal paquistaní es una mezcla de las leyes británicas y las de la sharia islámica. El año pasado se enmendaron las leyes para combatir las matanzas “por cuestiones de honor” si una familia se siente ofendida, pero se siguen perdonando los abusos sexuales de los clérigos.

Con frecuencia se convence a las familias de retirar una denuncia a cambio de dinero. Muchas aceptan porque sienten que no están en condiciones de hacer nada.

Sahil ofrece a las familias asistencia legal. El año pasado supo de 56 casos de abusos sexuales por parte de clérigos, pero ninguna de las familias afectadas aceptó su ayuda legal.

La historia del hijo de Parveen, quien dice que fue violado por su maestro Kehrore Pakka, refleja lo difícil que es conseguir que se haga justicia en estos casos.

En un juzgado de Kehrore Pakka, el ex clérigo esperó su turno de hablar ante un juez. Media docena de miembros de la organización radical suní Sipah-e-Sahabah habían ido a brindarle su apoyo.

Hicieron muecas de malestar y se acercaron cuando un periodista de AP se sentó cerca del maestro. Los murmullos ganaron intensidad.

“Es peligroso estar aquí”, dijo una persona, mirando hacia los militantes. “Váyasa, salga de aquí, aquí pueden hacer lo que quieran”.

El maestro ya había confesado, según la policía, y el informe policial decía que fue encontrado con el muchacho. Pero en el tribunal juró ser inocente.

“Estoy casado. ¿Por qué haría esto?”, preguntó.

Al final de cuentas, la madre “perdonó” al clérigo y aceptó el equivalente a 300 dólares, de acuerdo con la policía.

El clérigo quedó en libertad.

FUENTE: AP

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