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Los turistas llenan las arcas de Papá Noel en la Laponia finlandesa

El péndulo con el que Papá Noel ralentiza la rotación de la Tierra para distribuir regalos en una sola noche en todos los continentes hipnotiza a los turistas que se sacan fotos con el entrañable viejo de barba blanca, previo pago.

"Hemos visto otros Papás Noel, pero no eran el de verdad. Aquí nos dijeron que este era el auténtico Papá Noel", asegura Mary Gleadall, una niña inglesa de ocho años que viajó desde Southampton con sus padres, su hermano y su hermana.

Hasta el día de Navidad, Papá Noel recibe en su reino del círculo ártico a los visitantes y aprovecha para llenar las arcas. Y es que retratar este mágico momento tiene un precio. También lo tienen los peluches y souvenirs del Gran Norte vendidos en sus tiendas.

"Joulupukki" (su nombre en finlandés) concede audiencias antes de emprender la gira planetaria que le llevará desde los valles de Finlandia a los rascacielos de Nueva York o las estancias de la Patagonia.

Cuenta la leyenda que vive en un lugar secreto en medio de abetos nevados. Pero ¿dónde? ¿En el Polo Norte? ¿En Alaska, Suecia, Finlandia?

En Rovaniemi, "capital" de la Laponia finlandesa, proclamada ciudad oficial de Papá Noel desde 2010.

A unos kilómetros de allí, en la "Aldea de Papá Noel", frente a una enorme gasolinera, los visitantes cruzan la famosa línea del círculo polar para poder reunirse con él en su oficina de madera y tejado puntiagudo.

No podrán ir a su chalé, donde Mamá Noel vela por la intimidad.

Les espera sentado en un sillón imponente, al lado de un cofre lleno de cartas. Cada año recibe a más de 300.000 personas.

"Estoy muy feliz. No estoy agotado pero, claro, de vez en cuando me canso", declara. ¿Cómo repone fuerzas? "¡15 minutos de sueño y listo!"

Shizuka Kawahara y Saki Itoi, dos japonesas treintañeras, se han quedado prendadas. Las más de 24 horas de vuelo desde Kioto para abrazarlo unos segundos han valido la pena. Un momento inolvidable inmortalizado por un duende con una cámara.

La imagen más barata cuesta 30 euros. No se puede hacer con cámara propia, rompería la magia, explica el personal de la casa.

Harry, de cuatro años, se acerca a él sin miedo y, sin perder el tiempo, le hace una lista de todo lo que quiere: robots Transformers y más Transformers. Termina con un apretón de manos y algunas dudas.

"¿Y si no fuera el Papá Noel de verdad?", pregunta preocupado. Su madre intenta convencerlo.

Los Gleadall deciden dan una vuelta por las tiendas llenas de renos y perros de peluche que rivalizan con las insignias de madera "hechas a mano en Laponia". Acaban en la plaza de la aldea, entre casas y boutiques de souvenirs acunadas por villancicos.

Los renos de Papá Noel esperan tranquilamente a los turistas que deciden dar un paseo por la nieve.

Un "safari" de 400 metros cuesta 14 euros por niño y 18 por adulto, una experiencia exótica para muchos extranjeros que descubren los paisajes árticos impregnados de luz rosada.

"Todo lo que me contaron durante mi infancia se hizo realidad", afirma Perpetua, llegada de Dubái.

Los -13°C no desaniman a los peregrinos enfundados en prendas de esquí.

"Es cierto que hace más bien frío pero lo sabíamos porque estamos muy cerca del Polo Norte", constata Max, un turista italiano. "Todo parece mágico; las luces, el lugar".

Miriana, una italiana de 24 años que realiza un intercambio universitario en Finladia, tiene reservas: "Es muy bonito, pero muy comercial".

FUENTE: AFP